El desierto
- DevocionalesICBN
- 11 oct 2021
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Actualizado: 11 oct 2021

Buenos días iglesia, cuando salí de la vieja manera de vivir, de la esclavitud, camino a celebrarle fiesta a Jehová en el desierto, el mundo no quedó contento; estaba muy disgustado por mi abandono para ir tras una promesa de libertad y salvación, así que envió a su aguerrido ejército tras de mí, me persiguió ágilmente, decidido a impedir que yo dejara aquella vida llena de tantas cosas. Fue crucial. Debía decidir si seguía el sueño de libertad que apenas comenzaba, o era apresado y llevado de vuelta al lugar de la opresión. Así iba marchando y la fuerza contraria pisándome los talones; la cosa fue empeorando, porque en frente apareció el mar inmenso y el ejército opresor acercándose más; debía decidir qué hacía: me dejaba apresar, regresaba a lo mismo y la reprensión, o seguía adelante; pero es que no tenía lo necesario para pasar por el mar, no tenía embarcación, tampoco salvavidas, nadar no era alternativa. Fue un tiempo álgido: ahí venían. Ya estaban encima, cuando Dios usó al líder haciéndole tocar con la vara las aguas del mar, y estas se abrieron; entramos y atravesamos sin mojarnos siquiera. Igual suerte no corrieron los que venían persiguiéndome, pues ahí quedaron inmersos. Cuando salí de las aguas, entré en el lugar que estuve atravesando durante los últimos años de mi vida, el desierto. Lo cierto, es que fui invitado a allí a celebrarle fiesta al Gran Yo Soy; al parecer la fiesta se alargó bastante. Durante mi caminata por allí, ha pasado de todo: adversidades, muchas necesidades, hubo cierta frustración, incertidumbre y desilusión; pero también en la parte de la fiesta, tiempos llenos de esperanza, nuevas maneras de vivir, he estado contento, he sido enseñado, entrenado, fortalecido y en honor a la verdad, en el desierto he sido feliz. La etapa más dura fue al principio, cuando vi a mi alrededor y entendí dónde estaba. Allá, las hostilidades han estado a la orden del día; el inclemente sol, la escases de agua, la inexistencia de frutos de la tierra. Debo decirte la verdad, allí tuve nuevos interlocutores, porque se alborotaron los cobradores, los que tenían motivos de reclamo contra mí, la soledad, las pocas reservas fueron consumidas, muchos amigos se alejaron, la soledad se acrecentó, los amigos a quienes podía acudir por ayuda, desaparecieron; menos mal que el sustento llegó literalmente del cielo y nunca ha fallado (vieras todo lo que engordé). Han pasado tantas cosas: hubo días de desolación, flaquezas, llanto. Clamé y tuve respuesta. Me enseñó lo que desconocía; mandó ríos en medio de la sequedad, pinos, Líbano y cipreses para que todos vieran y supieran que era Dios quien lo había hecho; compañeros de viaje que ya no están, unos no aguantaron y se regresaron, otros han sido reprobados. Han llegado nuevas generaciones, y los que más allá de la adversidad nos dimos cuenta que en ese lugar nos encontrábamos y llenábamos de la presencia del que nos invitó a celebrarle fiesta, estamos pisando ya la otra porción de la Tierra Prometida.
No puedo dejar de decirte que en el desierto, Él me ha llenado, tanto que aquí estoy compartiendo contigo esta palabra, porque habiéndole agradado, me entregó una misión y aquí voy, secándome de este otro lado del río, pisando y conquistando, con una asignación por cumplir; para ello, me ha dado instrucciones por escrito, animadas y confirmadas por los anuncios hechos a través de sus profetas.
Si estás leyendo estas líneas, es porque no te quedaste murmurando, renegando, lleno de descontento y añorando volver a la esclavitud, sino que creíste en la libertad, en la salvación, por tanto recibirás lo que Él te prometió, lo que te anunció en la Palabra y confirmó por los profetas, para que hagas conforme ya colocó en tu corazón, ahora que poseamos esta otra parte de la Tierra Prometida, la que fluye leche y miel. Del lugar de encuentro y entrenamiento no puedo renegar, porque en lo poco, en la escasez llegué a ser feliz, desde que en el desierto me encontré con Jesús. Él me viene enseñando, entrenando para ir y hacer discípulos. El desierto no es eterno, depende de tu actitud; halla lo bueno de él, ahí aprendemos a valorar lo que más adelante recibiremos de aquél cuyos ojos vieron el embrión de Jeremías, el tuyo y el mío.
Edgardo Pabón Miranda
Wow amén, hermoso devociónal aleluyaaaaa,
Amen aleluya...con Dios todo es