¡Si quiero!, dijo Jesús

¡SI QUIERO!, Dijo Jesús

Cuando Jesús bajó de la montaña, lo siguieron grandes multitudes. Un hombre que tenía lepra se le acercó y se arrodilló delante de él.

—Señor, si quieres, puedes limpiarme —le dijo.

Jesús extendió la mano y tocó al hombre.

—Sí quiero —le dijo—. ¡Queda limpio!

Y al instante quedó sano de la lepra. (Mateo 8:1-3)

Jesús siempre quiere limpiar, sanar y ayudar; pero la incredulidad del ser humano es la que no deja que Él actúe.

Este hombre con lepra —del cual se desconoce su nombre—, quería ser sanado y tenía la fe de que esto podría suceder; por esto él se acercó (buscó e intimó) y se arrodilló (se rindió) ante Jesus, y luego le preguntó al Hijo de Dios si esa era su voluntad.

Para que el milagro sucediera, se tuvieron en cuenta dos premisas: Una tener FE, y dos que fuese la VOLUNTAD del Padre. Es decir, que la fórmula para el milagro fue:

M = F + V

M= milagro

F= fe

V= voluntad de Dios

La voluntad del Padre prevalece por encima de todo, es por esto que como hijos hay que preguntarle al Padre ¿cuál es su voluntad?, para cualquier situación o cosa que se desee suceda.

Sin embargo, como hijo, creyente, servidor o asistente la posición inicial —la mayoría de las veces—, no es preguntarle a Él que quiere; sino decirle lo que se quiere o desea. Al no saber lo que Él anhela, se insiste en el anhelo propio y la fe mengua; porque no se pide conforme a Su voluntad, sino bajo el interés propio.

Hoy Dios dice: ¡SI QUIERO! Si quiero que seas: limpiado, sanado, promovido, restaurado. Pero, ese "SI QUIERO', tiene cumplimiento cuando se hace su voluntad.

Estar alineado a la voluntad del Padre, trae consigo el milagro. Por esto, hoy te invito a que le preguntes cuál es su voluntad en cada área de tu vida; para que recibas tus milagros.

Recuerda que la enfermedad acercó al leproso al Padre, quizás si no le hubiese dado lepra no lo habría conocido. Es por esto que nada se escapa de su soberanía.

La lepra (cualquier situación adversa) acercó a este hombre a la voluntad del Padre.

Con amor,

Natalia Torres