"En ellos yacían muchos enfermos, ciegos, cojos y paralíticos [que esperaban el movimiento del agua, porque un ángel descendía al estanque de vez en cuando, y agitaba el agua; y el primero que descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviera. Allí había un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. Cuando Jesús lo vio acostado, y se enteró de que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: «¿Quieres ser sano?» El enfermo le respondió: «Señor, no tengo a nadie que me meta en el estanque cuando el agua se agita; y en lo que llego, otro baja antes que yo.» Jesús le dijo: «Levántate, toma tu lecho, y vete.» Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho y se fue" JUAN 5: 3-8
Querido lector, ¿Cuántos podemos identificarnos con ese paralítico? Muchas veces hemos estado allí literalmente, acostados en el suelo esperando que alguien nos tome de la mano para recibir un milagro, quizás físico, familiar, financiero o de restauración matrimonial; y ha sido tan crítica nuestra condición que no logramos valernos por nosotros mismos, y ese alguien nunca llega. En nuestra parálisis, esperamos más al hombre o al sistema, y no al caballero de la cruz “Jesús de Nazareth”. Pero recuerda que Él aparece en nuestras vidas lleno de bondad, para entregarnos ese milagro, y muchas veces no lo reconocemos.
Que esta palabra alumbre, para que se rasguen los velos que te impiden ver, y te llevan a declarar que no tienes a nadie; porque sí existe uno que en un instante concede milagros, Jesús.
Con la autoridad que tiene el nombre de Jesús de Nazareth, levántate, toma tú lecho y anda. No importa cuántos años hayan pasado, hoy recibe tú milagro al instante; solo debes levantarte de tú condición de parálisis. Aleluya.
Lorayne Villazón
Gloria a Dios 🙌