NO PUEDO DAR DE LO QUE NO TENGO, PARTE I
"Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa, para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra." Efesios 6:2-3
Buenos días familia, el Señor los bendiga.
Todos los seres humanos somos un reflejo de lo vivido, somos esas esponjas que hemos absorbido durante años todas aquellas experiencias tanto buenas, como no tan buenas...
Una de las cosas que noté al llegar a esta casa, fue los muchos momentos de saludos, abrazos, besos, sonrisas y ese ambiente acogedor (Presencia del Espíritu Santo); pensé, no encajo en esto, no me sentía cómoda. Vengo de una familia donde solo demostrábamos afecto en pocos momentos del año, como en fechas de cumpleaños y demás días especiales.No era frecuente dar unos buenos días, abrazar, decir te amo, hablar o reir mientras estabamos en la mesa; así que no sabía qué era eso, o simplememte cómo expresarlo.
Por mucho tiempo lo cuestioné, y más cuando veía a las mamás de mis amigas abrazarlas, llenarlas de besos y hablarles con tanta dulzura... ni mis hermanas ni yo tuvimos ese privilegio, así que culpaba a mis padres por ello, por ser tan básicos, secos y estrictos... No fue hasta que llegué a la iglesia y viví una de las mejores experiencias, que fue participar en un encuentro de sanidad interior. Este primer encuentro se realizó de manera virtual, pero no fue impedimento para que el Señor se manifestara de manera inimaginable. Fue allí donde supe qué pasaba en mí, por qué me sentía atada, por qué no podía demostar lo que sentía, y en tanto, manejaba muchas máscaras de acuerdo a la situaciones; y culpaba a mis padres por lo fríos que habían sido, por su carencia de amor y no haberme enseñado lo fácil que se podía amar.
Por mucho tiempo los había juzgado, eran los malos de la película; pero agradezco mucho a la casa, a Papá, por enseñarme por medio de mis pastoras lo que es, y lo que significa ver la misería en los otros; así que ahora las cosas son diferentes: cuando intento juzgarlos, me detengo y el Espirítu Santo no me deja avanzar, "si los juzgas a ellos, me estas juzgando", así que respiro profundo, y trato de callar hasta el menor pensamiento que intenta invadirme; lo contraresto agradeciendo al Señor por ellos, por mi familia, unos padres que aunque vivieron directamente el rechazo, abandono, maltratato y pobreza, hicieron todo lo posible para que no pasaramos por ello, hicieron lo mejor que estaba en sus manos.
Padre, Señor, ayúdame a no desobedecerte e incumplir este mandamiento, a no ser desagradecida, a soltar el pasado y todo dolor causado; a dejar la amargura y resentimiento. Te necesito Padre, dependo de ti mi Dios, ven a mi auxilio. Solo quiero hacer y pensar cosas que te agraden mi Rey, enséñame a amar, Jesús. Que mi corazón sea semejante al tuyo. Permíteme sentir qué es amar, pero con ese amor que solo tú sabes dar.
¡Gracias Papá!
Lorena Díaz Castilla
Bendito sea Dios!!! Para testificar así, solo hay que haber NACIDO DE NUEVO. Entender que todos tenemos miserias, es reflejo de que Cristo habita en nosotros, que si Él nos perdonó, también debemos perdonar, porque así como aquella es la miseria del otro, uno particularmente puede tener una colección de miserias mayores del que hubiésemos juzgado. Tengamos en cuenta en que nos ha bendecido Dios en los lugares celestiales...