No, no fue una casualidad

NO, NO FUE UNA CASUALIDAD

¡Buenos días familia, el Señor los bendiga!

Hace casi tres años estoy siguiendo al mejor influenciador. No lo vi venir, me tomó por sorpresa y salvó mi vida, la de mi hija, y poco a poco sé que lo hará con mi familia, amigos y generaciones futuras. 

Antes de ese día, no lo conocía; me sentía inquieta. Sabía que lo necesitaba, pero no sabía cómo llegar a Él, a ese ser que creía que estaba más allá de Plutón. Además, creía que cada cosa mala que yo hacía, traía un castigo, pues eso me habían enseñado y lo venía escuchando desde pequeña: “si te portas mal, Dios te va a castigar”.

Pero un día la vi a ella, a mi nueva compañera de trabajo. No interactué mucho con esa mujer las siguientes semanas después de conocerla, pero me preguntaba por qué sonreía a todo momento. Ella tenía algo que me generaba paz; una paz que no podía durar, pues mis demonios internos me recordaban lo infeliz y desafortunada que era mi vida.

Desde ese día, Él usó a esa compañera de trabajo (hoy es mi Pastora), para hablarme. Sentí como penetró en mi corazón, y depositó una semillita de esperanza.   Y pese a todo pronóstico, tenía algo claro: que debía saber más de Él; que debía saciar esa sed y hambre intensa que tenía.

Padre, gracias, gracias, gracias... pues no fue una casualidad, como tampoco ha sido casualidad para ti, quien esta leyendo este devocional, que tienes una historia y procesos que son únicos; sé que algún día glorificarás al Padre testificando las grandezas y maravillas que Él ha hecho en ti, esas que sólo Él sabe hacer.  

Él te dice en esta mañana: “Yo soy el Señor, el Dios de todo ser viviente. Nada hay imposible para mí.” Jeremías 32:27

Vamos, créelo y decláralo: “mi milagro está cerca y testificaré las grandezas del Señor en mi vida, en el nombre de Jesús de Nazaret. Amén, amén y amén.” 

Lorena Díaz Castilla