No es un castigo

NO ES UN CASTIGO

Acontecerá que si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra. Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios. Deuteronomio 28:1-2


Es un gusto familia poder saludarte, el Señor te bendiga. 


Es fuerte leer una vez más, sobre las consecuencias que trae consigo el no obedecer al Padre. Sobre todo ─al estar leyéndolas─, entender por qué me siento de tal forma, por qué estoy viviendo las situaciones en las que me encuentro y por qué miembros de mi familia o amigos cercanos ─que aún no han aceptado el llamado de Dios─, están pasando, están viviendo el pago de cada una de sus decisiones.


Muchas veces mis hermanos, tomamos una decisión y nos tranquilizamos, le decimos al que está con nosotros en cierto momento: “tranquilo, yo asumo las consecuencias”. Pero, ¿realmente somos conscientes de lo que esto significa? o ¿la dimensión de lo que puede venir? 


Me llené de gozo, al leer en este capítulo del último libro del pentateuco, las consecuencias de la obediencia. Le daba gracias al Padre y le pedía al Espíritu Santo que me ayudara a ser más obediente, a que cada día pudiera cumplir los mandamientos de mi Padre. Pero, cuando continúo leyendo las consecuencias de la desobediencia, fue inevitable no abrir mis ojos a cada una de éstas (como si fuera la primera vez) y exclamar: ¡Dios mío! Pero, el Espíritu Santo intervino y me recordó: ¡no temas!, Jesús ya pagó el precio de tus pecados. Él es tu único intercesor ante el Padre, tienes un abogado, sólo acude a Él. Continúa en intimidad todos los días, para que su amor y su verdad logren llegar hasta la última fibra de tu ser y poder así seguir transformándote. ¡Cuánto alivio sentí ante estas palabras!, este recordatorio, y una vez más agradecí a Jesús por su sacrificio y al Padre, por su infinita misericordia. 

Mis hermanos, no estamos pagando un castigo sino las consecuencias de nuestra desobediencia. No debemos centrarnos o lamentarnos por ello, tenemos que asumirlas, estar gozosos; pues no estamos solos, es el Espíritu Santo nuestra guía y nos está acompañando en este hermoso viaje que aceptamos emprender. 

Debemos confiar que Dios nos está transformando. A algunos nos tomará más tiempo que a otros, pero todo dependerá de la forma como tú y yo lo buscamos, la necesidad, la total dependencia que tengamos de Él, que anhelemos que Él sea lo primero en nosotros y que nuestros actos sean coherentes, con ese deseo que hay en nuestro corazón. 


¡Vamos familia!, todos estamos en condición de pasajeros, todos tenemos unos objetivos. Estamos viviendo nuestras pruebas, pero lo que hay en común, es que tenemos el mismo capitán y no cualquiera, tenemos el mejor, el único. Así que depositemos nuestra confianza en Él, disfrutemos del viaje; pues hemos aceptado ese tiquete, cuyo destino es seguro y maravilloso.


¡Gracias!, gracias, gracias Padre Todopoderoso. Mi vida está segura en tus manos, la gloria y la honra sean para ti.


Lorena Díaz