Juzgar

No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Lucas 6:37


¿Qué es juzgar? Es el deliberar de un juez, tribunal o alguien con autoridad acerca de un asunto o acciones de una persona, para emitir sentencia sobre ello.  Muchas personas son juzgadas a diario, no porque estén ante un juzgado conforme a la ley como tal, sino ante quienes se creen jueces y a través de la crítica verbal con otros o en sus propias mentes y corazones, consideran los hechos de los demás para pronunciar o llegar a un dictamen.

La reflexión a la que nos quiere llevar Jesús, es a que antes de pensar mal de alguien en nuestro corazón; es decir, antes de juzgar sus actos —lo que esta hace o deja de hacer—, hemos de detenernos y pensar en este versículo y no sentenciar a los demás. Tomando esto en cuenta:  si hoy alguien nos ha juzgado, ha pensado mal de nosotros, entonces lo más probable es que estemos cosechando el fruto de lo que sembramos: juicio. Así que ¿por qué vamos a sorprendernos?, ¿acaso Dios es injusto? Claramente el versículo nos muestra que lo mismo que hacemos a otros, eso mismo nos harán a nosotros.  

Mis hermanos, Dios ha hecho todo tan perfecto, lo ha calculado todo tan bien, que hace que vivamos de vuelta lo que le hemos hecho a otros; ya que así aprendemos estando del otro lado: al entender lo que se siente ser enjuiciado, condenado y no perdonado. El Señor da la justa retribución a todos y cada uno de nosotros, ya que no es deudor de nadie. Si bien es cierto que a veces se padece sin «causa aparente», (lo cual es otro tema), también es cierto que muchas veces nos lo tenemos merecido, porque eso es lo que hemos sembrado.

Habitamos sobre un planeta que no es casualidad que se denomine Tierra, donde nuestros actos son como semillas que caen sobre él, por lo cual este a su vez nos regresará el fruto de lo que le hemos puesto. Así que la próxima vez antes de actuar, hemos de detenernos, por amor incluso a nosotros mismos a pensar: ¿esto que me va a traer de vuelta?  Por tanto, antes de quejarte del trato de tus semejantes, pregúntate: ¿le hice esto a alguien? Si por allá una vocecita interior te lleva a un sí —hablando a los que no saben que es el Espíritu Santo—, pues entonces pide perdón al Señor, y si es posible al agraviado, aún mejor.  

Hacer consciencia es el primer paso para hacer cambios profundos en nuestro comportamiento hacia nuestros semejantes, ya que en esto consiste la ley y los profetas: “ama a tu prójimo como a ti mismo” ... y la regla de oro: “trata a los demás como quieres que te traten a ti”.  

Sigamos las enseñanzas de Jesús, atesorémoslas en el corazón y permanezcamos en ellas y los resultados que obtendremos serán mucho mejores.

Bendiciones, Rocío Salas.