Una vez leí en la revista Selecciones una historia acerca de una mujer mayor y su nieta, las cuales estando en su casa —que al parecer era cercana a un bosque—, se encontraron con que una fiera salvaje (no recuerdo si lobo u oso) se acercó para atacar a la pequeña. Contra todo pronóstico, esa mujer sacó fuerzas de su aparente debilidad y en su determinación para defender a su nieta, expulsó a aquella fiera sin más armas que su propia valentía. Es una de esas historias de la vida real que nunca olvidas, pues son una fuente continúa de inspiración en medio de las dificultades y en las que personalmente medito, porque veo el poder y la autoridad que el Señor ha dado al hombre que le cree, que se atreve, que no se fija en sí mismo; sino que hace gala de la capacidad que nos ha dado para ejercer dominio sobre la creación y que aún las criaturas le estarían sometidas —desde luego desde una perspectiva sana—. Este es el versículo que viene a mi memoria, acerca de esta historia
En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor. 1 Juan 4:18
En efecto, «el perfecto amor echa fuera el temor» ... pues hay 3 formas de reaccionar ante él: correr, pelear, o quedarse paralizado. Esta mujer —madre protectora— es un ejemplo de cómo quedarse y pelear, consigue lo impensable: ese perfecto amor hizo que todo el temor que pudiera sentir lo echara fuera; sacó fuerzas de su endeblez. Si se hubiera dejado dominar por el conocer que una fiera de este calibre, tenía la capacidad de destrozarlas en un abrir y cerrar de ojos, no habría hecho esa proeza, pero ¡el amor es superior a todo!: convierte, transforma.
Este perfecto amor puede hacer de un pusilánime un héroe, de un cobarde un referente nacional; puesto que hace sacar fuerzas de la debilidad y aún más, si tenemos la confianza, no sólo en la autoridad que Dios nos ha otorgado, sino que Él mismo nos defiende, guarda y ayuda. Por tanto, no nos dejaremos amedrentar por enemigos, aunque nos superen en número y en poder: «aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón (Salmos 27:3).
Gedeón, del que muchas veces algunos se expresan como un cobarde, pudo vencer a un ejército numeroso que tenía agotado a Israel, a tal punto de acabar con sus alimentos, robarle, de saquearle y sitiarle. Este hombre, pese a todo dio los pasos de amor y fe requeridos: derribó el altar del ídolo del pueblo, aún a riesgo de su propia muerte y con un grupo de hombres armados con teas y obediencia procuró la victoria a toda una nación.
«Contigo desbarataré ejércitos, Y con mi Dios asaltaré muros» (2 Samuel 22:30).
Una muestra de amor de este porte —como lo vimos en la historia de la mujer mayor—, lo encontramos en las madres que cuando le tocan a sus hijos, se transforman en fieras en su lucha por defenderles. Cuando el amor ha sido perfeccionado echa fuera los miedos, los temores, es capaz de sacar una fuerza interior que conduce a defender, proteger lo que se ama: la familia, amigos, un territorio, ciudad o país. Cristo, quien es el mayor ejemplo en este ámbito, pudo lograr el cometido que el Padre le entregó: dar su vida en rescate por la humanidad. Gracias a su perfecto amor, a través del cual echó fuera el temor en medio de su angustia, consciente que viviría un dolor terrible y humillaciones injustas; entregó su vida, entregó su cuerpo, tuvo la fuerza interior necesaria para cumplir su misión, por amor a sus discípulos, a su pueblo, a su nación y todas las generaciones que vendríamos. Tal como Él mismo dijo: "no hay mayor amor que este: el dar la vida por tus amigos" (Juan 15:13).
Aunque el Señor no nos está pidiendo que demos la vida por alguien en particular; sin embargo, sí debemos morir a nuestro yo, al egoísmo, a la altivez, al orgullo e intolerancia, etc. para permitir que el Señor perfeccione su amor en nosotros.
Bendiciones,
Rocío Salas Ariza
El llamado es a soltar la vieja vida, porque nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque ese vino nuevo romperá el padre viejo.
Cuando morimos a nosotros mismos, sentimos la inaplazable necesidad de servirle por amor.
La esperanza es vivir eternamente en ese que es AMOR.
Amen Gloria a
Dios nuestro.perfecto amor