¿A quién servimos?

                          ¿A QUIÉN SERVIMOS?

Dime a quién sirves y te diré cómo eres.
—¿Yo servir?... ¡Jamás!... ¡a nadie!... ¡soy libre!... 
—Es más, no le sirvo a nadie, a mí me sirven... 
Vale, déja que te lo explique.

Le servimos a aquel, o a aquello que ocupa la razón de nuestra existencia; a lo que dedicamos mas tiempo y energía, en lo que nos enfocamos, o por lo que nos afanamos, aquello que nos ilusiona más, que ocupa el centro de nuestros pensamientos... a eso, servimos. Por ejemplo: al dinero, a la propia imagen, a la pareja, a los hijos, al trabajo, a nuestra profesión o al jefe, al deleite... ¿Sigo?... Esto sin contar aquellos que están aferrados a ídolos religiosos: la virgencita de Guadalupe, la Inmaculada Concepción, o a "santos" (hay cientos: san Antonio, san Judas...) O servimos al que está por encima de todo y de todos, Santo de santos, Rey de reyes, Señor de señores o en palabras de este tiempo: Jefe de jefes, Gerente de gerentes… ¡servimos a Cristo!

Analicemos: 
Si se sirve al dinero, nunca se tendrá suficiente, siempre se querrá más y más. La avaricia, el no querer compartir sino atesorar por el simple hecho de acumular, será el foco. Compararse con el otro que tiene esto o aquello mejor,  y la competencia, gobiernan en este tipo de «servidores». Su casa nunca será suficiente, por más cómoda o bien ubicada que esté, el vehículo tendrá que ser el del año para sentirse satisfecho o tener varios, distintos estilos, etc.; porque la satisfacción que conlleva este ídolo es momentánea, transitoria.

Si sirves al jefe, al trabajo o tu profesión, ¡pobre de ti! El tiempo nunca te alcanzará, nunca serás suficientemente bueno, vivirás enfocado en alcanzar objetivos y metas perfectas, dejando a un lado la familia, o viéndola casi como un estorbo, ya que te «quita tiempo». Trabajarás como esclavo durante fiestas, días de reposo, vacaciones, porque siempre habrá algo urgente que hacer.

Si le sirves a tu imagen, entonces será más importante parecer, que ser, ya que es clave “el qué dirán”. Puede que seas de los que se la pasa el día entero tomando fotos: de lo que vistes a diario, si entras o sales, subes o bajas, del chicle que te comiste, y del mosquito que te picó... Las selfies han de ser perfectas, porque tu vida ha de verse perfecta, la atención debe mantenerse, mostrarte, lucirte. 

Si sirves a ídolos religiosos o  a "santos" creyendo que asì estás cerquita de Dios, y vas a la misa el 8 de diciembre puntualmente —así te toque pagar un tiquete aéreo, enciendes una vela y te "encomiendas" a la virgen, entonces amigo(a), estás aferrado a una tradición familiar muy probablemente, Pero siento comentarte, que el encuentro con el Dios genuino, no lo has tenido aún. Sabes de un poder superior, pero aún no le conoces; ya que, si así fuera, sabrías que este fue el primer mandato:
No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso... Éxodo 20:4-5

Si ni siquiera los cielos pueden contener su presencia (2Cron. 2:6), ¿cómo lo iba a hacer una imagen o estatuilla de madera, oro o lo que fuere?   A Dios nadie le ha visto jamás (1 Juan 4:12), ¿Cómo se le va a representar?  Y menos aún que alguien tome su lugar.  Sin embargo, hubo uno que es al que debemos seguir, el único mediador entre Dios y los hombres: Cristo.  Como hombre hizo lo que el Padre quería, por tanto, lo exaltó hasta lo sumo dándole un nombre; es decir, un lugar privilegiado sobre todos los hombres, aquel ante el cual todo lo que está por encima y por debajo de los cielos se inclinará. ¡Nombre sobre todo nombre! A éste es al que te recomiendo servir, cuyo servicio si vale la pena, tiene recompensa como ninguna, incluso más allá de lo que se pueda anhelar o desear.  Y aún las lágrimas, el dolor y el padecimiento, tienen un sentido y una buena repercusión en Él. 

El dios dinero, sólo te da cosas que te conllevan a sentirte cada vez más vacío.  El dios trabajo, te paga lo justo y ¡cuidadito lo haces mal!, porque entonces puede que te descuente.  Te proporciona afanes y te causa enfermedad.  Los dioses de madera, te venden humo: es mentira que llegarás al cielo a través de ellos; te quedarás sin voz de repetir frases sin tregua, para nada —“vanas repeticiones”—, dijo Jesús. Pero Cristo te llenará con su paz, te hará sentir amado, además somos aceptos en Él.  Te consolará, te proporcionará lo que necesitas conforme a sus riquezas en gloria y entenderás que llegaste al lugar correcto.  Nunca te sentirás tan vivo como en su presencia, ni con tanto sentido y propósito.  Él es lo mejor que te puede pasar.  

¡Conócele!

Rocío Salas Ariza